Un bebé murió a causa de una sepsis luego de que médicos desestimaran las inquietudes de sus padres, calificándolas como «paranoia de padres primerizos».
Lilly Rossiter, de 21 años, estaba en la semana 34 de embarazo cuando los médicos notaron una disminución en los movimientos fetales. Aunque inicialmente se consideró una cesárea, esta fue cancelada tras estabilizarse la frecuencia cardiaca. Finalmente, el 29 de marzo de 2022, nació Harvey Saines por cesárea en el St. Michael’s Hospital de Bristol, Inglaterra.
Desde el primer momento, Lilly percibió comportamientos inusuales en su hijo, como sacudidas y labios azulados. Sin embargo, los médicos atribuyeron estos síntomas a reflejos normales en bebés nacidos por cesárea. Días después, el bebé presentaba somnolencia extrema y dificultad para alimentarse, por lo que fue llevado a urgencias. Tras ser evaluado y alimentado frente al personal médico, fue dado de alta sin pruebas adicionales.

Las preocupaciones de la madre persistieron, pero fueron nuevamente desestimadas como una reacción exagerada. Finalmente, una noche, Harvey dejó de responder. Su padre, Zach Saines, intentó reanimarlo mientras esperaban la llegada de los paramédicos, quienes lo trasladaron al Bristol Royal Hospital for Children. Lamentablemente, los médicos confirmaron que el bebé había fallecido tres horas antes.
La autopsia reveló que Harvey murió a causa de una sepsis por estreptococo A y fibrosis miocárdica, además de haber sufrido falta de oxígeno durante la gestación.
En mayo de 2023, la pareja tuvo a su segundo hijo, Harrison, quien ha enfrentado problemas de salud similares a los de su hermano, requiriendo múltiples intervenciones médicas y hospitalizaciones. La experiencia ha dejado profundas secuelas emocionales en la familia.
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