Las transfusiones con sangre contaminada infectaron presuntamente a más de 30.000 personas con el VIH y la hepatitis C entre 1970 y 1991, y unos 2.900 adultos y niños murieron como consecuencia de uno de los mayores desastres sanitarios en la historia del país.
El primer ministro británico, Rishi Sunak, presentó el lunes una contundente disculpa a las víctimas y familiares de uno de los peores fracasos sanitarios del país, que podría haberse evitado en gran medida.
El escándalo tiene sus raíces en las décadas de 1970 y 1980, cuando miles de pacientes estuvieron expuestos a la sangre contaminada. Algunos necesitaron transfusiones tras accidentes, intervenciones quirúrgicas o complicaciones durante el parto. Muchos otros eran pacientes con hemofilia.
El Servicio Nacional de Salud importaba parte del Factor VIII de Estados Unidos, donde muchas donaciones procedían de presos o drogadictos a quienes se había pagado por donar sangre, lo que aumentaba el riesgo de contaminación con VIH o hepatitis.
Durante años, el gobierno británico y las autoridades de la salud insistieron en que las infecciones eran involuntarias, que los pacientes recibieron la mejor atención disponible y que la detección de la hepatitis C no podría haberse realizado antes.
Sin embargo, las autoridades británicas ignoraron las primeras señales de advertencia ―algunas de las cuales se remontan a la década de 1940― de que las transfusiones de sangre podían transmitir enfermedades como la hepatitis. Tampoco examinaron adecuadamente a los donantes de alto riesgo, no informaron a los pacientes de los riesgos y tardaron en adoptar las nuevas pruebas que utilizaban otros países.
El informe de 2000 páginas es el producto de una investigación de casi seis años que el gobierno británico ordenó en 2017 tras décadas de presión de las víctimas y sus familias.
El gobierno británico había acordado en 2022 distribuir a cada víctima un pago provisional de 100.000 libras, pero Rishi Sunak aseguró que ahora los afectados en el escándalo recibirán un adelanto de 210.000 libras
Las víctimas de la contaminación sanguínea y sus familias expresaron su alivio por las conclusiones del informe, pero también su enfado por haber tardado tanto. Algunas víctimas murieron antes de que terminara la investigación —o incluso antes de que empezara—, al igual que algunos de los funcionarios a quienes se podría haber exigido responsabilidades.
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